jueves, 12 de septiembre de 2013

¿QUIÉN QUIERE SER NIÑO OTRA VEZ?




Como es costumbre escribo de noche, noche. Hoy estoy con una alergia-catarro-cambio de tiempo que no me deja dormir. Jajajajaja si no es por una cosa es por otra, pero aquí estoy despierta a las tantas de la noche.

Para ser sincera, hoy estoy bastante negativa y empezado a escribir sobre esas personas que dicen y no hacen. Pero lo he borrado porque creo que no se merecen ni que escriba sobre ellas.

Hoy quiero escribir sobre cosas que me han hecho sentirme feliz. No todo en mi vida ha sido malo. Mis primeros recuerdos son de una niña muy feliz. Dicharachera y divertida. Aunque eso no se lo debí parecer a una niña de mi aula en preescolar cuando le pregunté si quería ser mi amiga y al decirme que no le agarré de los pelos que no veas. Todo ha que decir que luego fuimos amigas inseparables. Jajajaja lo que hace un estirón de pelos....

Recuerdo que se celebraban las fiestas de mi barrio (ahora no se hacen) y mi hermana y yo nos recorrimos las ferias y conocimos a dos niñas muy majas. Una se llamaba Rocío y la otra Nieves. Nos pasamos las fiestas con ellas jugando.

También recuerdo las veces que íbamos a coger moras, que ibamos a la huerta con mis padres, (muchas cosas que aprendí de niña en el huerta me sirven hoy día), asábamos costilla de cerdo o sardinas a la parrilla, me recorría el monte con mi hermana y otros niños,... Teníamos una liana en un pino, mi madre me prohibió ir, pero a mi me encantaba así que iba siempre. Cuando llegaba a casa mi madre me echaba cada bronca porque, yo no sabía cómo se enterara, pero se enteraba, había ido a la liana. ¡Si es que iba con todo el vestido lleno de polvo y barro jajajja! ¡Qué bien me lo pasaba!

En verano, cuando no hacía muy bueno, jugábamos al Un, Dos, Tres, a las cartas (al cuadrado), a las tiendas, había unos locales que no estaban vendidos y que podíamos entrar y eso era una superaventura. Aunque tengo que decir que yo era una caguica y no entraba mucho, pero me llevaba tooooodos los bichos que allí había. Mi madre se pasaba, la pobre, horas y horas de pie en la cocina quitándome los piojos... ¡Todos querían venir conmigo!

Recuerdo a una vecina viuda, mayor, que no lo sería entonces, hace 30 años, que siempre nos estaba riñendo. Porque jugábamos en las escaleras, porque eramos ruidosos,... siempre encontraba alguna excusa para reñirnos. Pero la recuerdo con mucho cariño, la verdad. Era la salsa de esos días tristes que no sabíamos que hacer...

Hoy día, extraño esos días.

Los niños pueden enfadarse entre ellos pero a los diez minutos ya han hecho las paces y siguen jugando como si nada hubiera pasado.

Los niños pueden hacerse daño, pero al poco rato siguen superando ese dolor.

Los niños le dan la importancia debida a las cosas. Disfrutan sobre todo con las cosas sencillas. A veces no hay mejor juguete que una caja de cartón.

Ahora quisiera ser niña y disfrutar como lo hacía entonces.

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